domingo, 28 de febrero de 2010

A la caza de la geisha

Seguimos en Japón, más concretamente en Kyoto. El objetivo del día era visitar uno de los barrios de geishas más famosos de la segunda ciudad del país. Se trata de Gion, donde sobreviven algunas de las cien geishas y ochenta maikos (aprendices de geisha) que, según la guía, aún quedan en la ciudad. Estábamos advertidos de que encontrar alguna, sobre todo de día, era tarea más que difícil, pero el barrio merecía la pena y nos dimos un paseo muy agradable.

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De repente, alguien dio la voz de alarma: ¡una geisha! Como locos corrimos hacia la pobre mujer, que trataba de avanzar encima de sus incómodas plataformas de madera para huir de la masa de turistas que nos afanábamos en hacerle fotos (que con las prisas y el movimiento salieron bastante mal). Después de echar unas risas con otros 'guiris' sobre nuestro momento paparazzi, seguimos el recorrido por el bonito barrio de las geishas.
Y cuál fue nuestra sorpresa que al girar en una esquina descubrimos a una geisha y su aprendiz maiko que estaban sometiéndose a un reportaje fotográfico. Así que tuvieron dos reportajes en uno porque nos dijimos, adelante, y allí nos colamos cámara en mano. Las dos mujeres posaban con sombrilla, mostraban sus espectaculares tocados, lucían dos trajes increíbles, encandilaban a la cámara con esa mezcla de timidez y enigma...

En esta fotogalería podréis ver el reportaje completo.
A la caza de la geisha

Así que pudimos culminar nuestra visita a Gion con el placer del objetivo cumplido. Primero asaltamos a una geisha por la calle y luego tuvimos a dos posando para nosotros. Sólo podemos decir: "Arigatô gozaimasu".

sábado, 27 de febrero de 2010

Otro invento japonés


La primera vez que estuve en Japón, allá por el Mundial de fútbol de 2002, comencé a descubrir el carácter tremendamente innovador de los nipones. Curiosamente fue en un lugar que pensaba que se prestaba poco a los inventos, el cuarto de baño, donde me llevé la primera gran sorpresa. Al entrar en el que tenía en mi habitación del hotel descubrí que la tapa del inodoro era tremendamente compleja. Además de tener un grosor muy superior al que había visto hasta ahora, contaba con una especie de consola a un lado con varios botones. El grosor venía motivado porque contaba con una calefacción, que mediante los botones de la consola permitía al usuario situar la taza a una temperatura que impidiera sentir frío en las posaderas al utilizarlo. Además incluía la posibilidad de lanzar un chorro de agua para hacer las veces de bidé y otras funciones que no conseguí descubrir del todo.

La segunda vez que visité la tierra del sol naciente ya venía advertido de su afición por innovar y en especial en los cuartos de baño. A pesar de que ya no me llamaban la atención los váteres con calefacción incorporada, me llevé una nueva sorpresa al descubrir en un ryokan (alojamiento tradicional japonés, el que tiene un tatami sobre el suelo y duermes encima de un futón) el sanitario que podéis observar en la imagen de arriba. Me imagino que buscando economizar espacio o bien por su obsesión por la limpieza (una buena obsesión, que les lleva por ejemplo a no poder entrar con los zapatos en casa, ponerse unas zapatillas para estar en el interior y otras diferentes a éstas para entrar en el cuarto de baño -ver imagen de abajo-) este inodoro lleva incorporado el grifo para lavarse las manos. Un dos en uno de la limpieza.

jueves, 25 de febrero de 2010

Metros y taxis 'antisobones'


La sociedad japonesa está llena de sorpresas. Bajo esa fama de adictos al trabajo y gente tremendamente formal y seria, se esconden algunas actitudes que sorprenden al visitante primerizo. Durante nuestra estancia en Japón descubrimos que a los formales hombres trajeados les gusta darle al alpiste tanto o más como a los españoles. Las noches que paseábamos por las calles de Kyoto y Tokyo nos cruzamos con más de un personaje de éstos mamado hasta las cejas y que acababa probando lo duro que estaba el suelo.

Además de estos deslices con la bebida, conocida es la afición por los cómics eróticos que dejan volar la imaginación de jóvenes y no tan jóvenes en Japón. En las tiendas y en ¡las papeleras! (muchos las dejan 'archivadas' en ellas para que las cojan los que vienen detrás) ves numerosos cómics con figuras femeninas sin ropa y con prominentes curvas, que provocan que las personas que las llevan no levanten la vista de sus páginas.

No sabemos si será esta mezcla explosiva la que lleva a algunos japoneses a poner en práctica algunas malas artes en lugares públicos que han obligado a las autoridades a buscar soluciones para evitar situaciones incómodas para las mujeres japonesas. Una de esas soluciones han sido los taxis para mujeres conducidos por mujeres. Y otro, como se puede ver en el cartel del inicio, los vagones de metro de uso exclusivo para mujeres en determinadas horas del día, las que más densidad de viajeros tienen y en las que esos aprovechados hacían de las suyas.

miércoles, 24 de febrero de 2010

Devils Tower, un monolito extraterrestre

Wyoming cuenta con uno de los monumentos naturales más conocidos de todos los Estados Unidos. Se trata de Devils Tower y, aunque para muchos no significará nada, basta con recordar una película de Steven Spielberg para que todos los que la hayan visto se acuerden de este espectáculo de la naturaleza. Se trata de la reconocida 'Encuentros en la tercera fase' y el monumento en cuestión es un tremendo monolito vertical en el que las naves extraterrestres se citaban para su invasión del planeta.

Al margen de su fama en el cine, Devils Tower es un monumento nacional al que llegamos tras conducir unas tres horas desde Rapid City, una de las ciudades más destacadas del vecino estado de Dakota del Sur. El montículo surge esplendoroso a lo lejos y lo vas observando a lo largo de las numerosas millas que te separan de él desde que lo ves en el horizonte.

Hay que reconocer que cuesta acercarse hasta el lugar porque está en medio de la nada, a una distancia prudencial de pueblos de más o menos fama como Sturgis, que organiza una concentración de motos que llega a reunir a medio millón de Harleys Davidson, o Deadwood, una mezcla de pueblo del salvaje oeste y de ciudad dedicada al juego al estilo de Reno. Pero una vez que superas las dudas, la decisión de acercarte hasta aquí merece la pena.


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El monolito es sencillamente espectacular y, tras seguir un recorrido de unas dos horas que lo bordea, consigues hacerte una idea de sus dimensiones, observándolo desde todos los ángulos imaginables. Además es un lugar idílico para los escaladores, que se enfrentan a uno de los grandes retos de su disciplina deportiva. De hecho pudimos observar a un par de ellos en pleno ascenso a la cumbre.

El día fue ideal para observar la grandeza del Devils Tower y también ayudó que no hubiera platillos volantes sobrevolándolo.


Ahí os dejo el correspondiente álbum de fotos:
Devils Tower, un monolito extraterrestre

martes, 23 de febrero de 2010

Portobello, el mercadillo ideal

No comulgo mucho con los mercadillos. De la pareja, soy el que procura esquivarlos durante los viajes, pero no sé cómo alguien se encarga de ponerlos en nuestro itinerario. El Rastro de Madrid hace años que perdió el interés para mí, Chinatown en NYC me agobia hasta el extremo y normalmente el resto de mercadillos me aburren soberanamente, excepto los asiáticos, por algunas falsificaciones que son de agradecer.

Sin embargo, en Londres me transformo y me gusta ir a ver los puestos y mercados. No sé si será porque no dan tanto la brasa, porque hay restaurantes y cafés donde hacer una parada, porque mientras uno ve un puesto el otro puede entretenerse escuchando a músicos ambulantes... No le encuentro explicación, pero reconozco que en la capital inglesa me dejo engañar con más facilidad para visitar los mercados.

Y entre todos mi favorito es Portobello (en dura pugna con Camden). Me parece el paraíso de los mercadillos. Todo el mundo parece feliz, los que venden y los que compran, los que miran y los que tocan, los que pasean y los que vigilan...
También he de reconocer que hemos comprado más bien poco en Portobello (algunos productos de Camden son bastante más interesantes), pero el ambiente hace que te importe poco que la visita no sea muy provechosa, y más cuando no eres un 'shopaholic' (o como se diga).

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No me veo comprando un cuadro o una acuarela, un recuerdo de la I Guerra Mundial o un mueble antiguo en Londres, pero si me gusta pasear por los rincones de Portobello, observar mucho y tomar un café y un bollito para reponer fuerzas.

Ahí os dejamos un álbum más amplio para que os hagáis una idea

Portobello, el mercadillo ideal (2006 y 2008)

Berlín, capital mundial del fútbol

Nuestra visita a la capital alemana tuvo lugar en pleno Mundial de 2006. Os podéis imaginar que la imagen que nos llevamos de esta pedazo de ciudad estuvo bastante distorsionada por la presencia de miles y miles de fanáticos del balompié. Distorsionada, porque como podéis comprobar en la imagen de abajo, la Puerta de Brandenburgo parecía más un puesto de venta de bufandas que otra cosa.


Es otra manera de disfrutar la ciudad y lo pasamos genial. Puedes hacer turismo y además vibrar con el mejor fútbol. Esto sí que es un 2x1. En nuestro propio hotel se respiraba fútbol por los cuatro costados. Incluso coincidimos en el hall con el mítico Lottar Matthaus, que tuvo la deferencia de sacarse una foto con nosotros (ésa la guardamos para el álbum familiar).

Desde el sábado previo a la final entre Italia y Francia los aficionados atestaban las calles. Esa noche los alemanes salieron a disfrutar del tercer puesto conquistado en su Mundial, pero la verdadera fiesta empezaba al día siguiente.

Camino del estadio olímpico los patrocinadores del evento se volcaban con las aficiones. Lo más importante es que todos lo pasaran genial antes del encuentro, luego el resultado repartiría alegrías y penas entre los italianos y franceses, pero en los instantes previos todo era juerga.

Lo bueno que tiene una final de un Mundial es que muchos aficionados de otras selecciones han adquirido sus billetes con antelación, pero acuden a ver el encuentro con sus colores patrios a pesar de que en el césped no vaya a estar ningún compatriota (como mucho el árbitro).

Una vez dentro del estadio y sentados en nuestros sitios tomamos partido por los italianos. Nuestros compañeros de localidad y el noventa por ciento de los que nos rodean son transalpinos, así que al grito de 'Forza raggazzi' nos metemos en faena. Al final ganamos el partido y lo celebramos como si fuéramos de la mismísima Roma.

Un buen fin de fiesta a nuestro viaje a Berlín. En otro post contaremos los aspectos más culturales de la capital germana, que también los visitamos, pero en este de momento nos quedamos celebrándolo con la 'azzurra'.

Ahí os dejo un álbum con más fotos
Berlín, capital mundial del fútbol

lunes, 22 de febrero de 2010

Bremen y sus músicos

Bremen es una ciudad de cuento en todos los sentidos. Responde a las características de la típica ciudad centroeuropea de tamaño medio, supera el medio millón de habitantes: centro histórico de postal (Markt) con una catedral con torres gemelas, un precioso ayuntamiento y la espectacular estatua del caballero Rolando.


También destaca la cámara del Bundesland, pero aún más peculiar es  la Bottcherstrasse, una calle que combina el art decó y el art nouveau con una escalera de caracol decorada con cristal que resulta impresionante a la vista.

El conjunto se completa con la típica zona de calles empedradas con multitud de tiendas y restaurantes típica de Centroeuropa y que hace las delicias de los visitantes.

Sin embargo, todo esto está muy bien y alegra la vista del turista, pero Bremen es mundialmene conocido por un cuento de Jakob Grimm (de ahí la primera frase del post): Los músicos de Bremen. Se trata de un burro, un perro, un gallo y un gato que huyen de una muerte segura al ser viejos y se juntan para llegar a Bremen, la ciudad prometida (por cierto nunca se supo si llegaron o no).

El caso es que estos cuatro curiosos músicos se han convertido en el estandarte de esta ciudad hanseática, donde cuentan con una estatua que se convierte en lugar de peregrinación para los turistas, ya que la leyenda dice que si tocas las patas del burro (así las tiene de desgastadas) se te concede un deseo.

Todo en Bremen tiene relación con estos simpáticos animales (que aquí en España conocemos más por los dibujos animados de los Trotamúsicos). Libros, tazas, magnéticos, camisetas, mantas, posters... cualquier objeto es bueno para recordar a los cuatro. Incluso una máquina expendedora de bebidas.

Por toda la ciudad existen reclamos de tiendas en cartón-piedra que representan a los músicos de Bremen. Así que ya sabéis, si algún día caéis por el norte de Alemania acercaos a esta bonita ciudad y tocad las patas del burro. Trae suerte. Ahí os dejo una mapa para que no os perdais.

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La agobiante isla de James Bond

Las numerosas islas que forman parte de la zona de Phuket, en Tailandia, disponen de espectaculares playas en las que alejarse del mundanal ruido. En este paraíso vacacional puedes realizar todo tipo de actividades: snorkel, submarinismo, piragüismo, paseos en barco, tostarte al sol, dormir mientras escuchas el Ipod, tomarte un buen cóctel tumbado a la bartola... en fin todo lo que un veraneante desearía de su plan de vacaciones.

Entre las actividades las excursiones son de lo más demandado y en especial la visita a una isla: Ko Tapu. Así a bote pronto, el nombre no le suena a nadie. Pero si la llamamos por su sobrenombre, la isla de James Bond, la cosa cambia. En este pequeño islote tenía su residencia el malvado de turno, encarnado por Christopher Lee, en la película 'El hombre de la pistola de oro' y Roger Moore superaba los límites de la física para mantener con vida al agente 007 al servicio de su Majestad.

Lejos de mantener la tranquilidad del film, la isla es, como os podéis imaginar, un avispero lleno de turistas. Decenas de barcos atracan en su pequeño puerto cada veinte minutos para que los visitantes se saquen la correspondiente foto con el peñón de fondo y el cartel de Isla de James Bond. No falta el mercadillo en el que los autóctonos tratan de aprovechar las ganas de gastar de sus molestos huéspedes, lo que le quita aún más encanto al lugar.

En lugar de encontrarse infestado de granujas al servicio del doctor Maligno pendientes de cargarse al amigo Bond, está atestado de estadounidenses, alemanes y franceses colorados como cangrejos que, si se ponen, acaban contigo de un empujón tirándote al agua.

Lo único que mantiene la esencia del lugar es el verde del montículo que emerge del agua y ese cristalino líquido tan propio de estas latitudes que ni el carburante que vierten las numerosas embarcaciones consigue contaminar. Recomendación, si se busca una isla tranquila donde relajarse, éste no es el lugar y por el archipiélago las hay a patadas.


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domingo, 21 de febrero de 2010

Un padre preocupado por la seguridad

Nos desplazamos ahora a Tailandia, concretamente a Bangkok, para ver a un padre realmente preocupado por la seguridad, la suya naturalmente. No le bastaba con llevar a sus dos criaturas junto a su mujer en una motillo sino que el tío, ni corto ni perezoso, llevaba puesto el único casco que tenían. Un caballero, vamos. Lo de ir más gente de la debida en los vehículos es algo habitual en Asia, pero los pocos escrúpulos de este sujeto superan esa arriesgada tradición.

Truculenta llegada a Osaka

Nuestro primer contacto con Japón no pudo ser más truculento. Después de descifrar el plano del tren en el aeropuerto de Kansai (Osaka), nos subimos al tren camino de la localidad nipona donde haríamos noche. Íbamos tan tranquilos charlando cuando de repente el tren pegó un frenazo tremendo, sonó un ruido como de piedras saltando y se apagaron las luces. ¿Qué habrá pasado? Algo dijeron por la megafonía, pero como para entenderlo.


A nuestro lado iban una pareja que regresaba de un viaje por Estados Unidos (el marido, muy sonriente en la foto, nos enseñó todo el álbum que había tirado en sus vacaciones, imaginaos cómo sería de enorme siendo japonés) y dos jóvenes que trataron de indicarnos lo que había sucedido. Al contrario de otros países, los jóvenes son un desastre con el inglés (sí, ya sé que no es bueno generalizar) y te entiendes algo mejor con los mayores. A duras penas entendimos que alguien se había arrojado a las vías cuando pasaba el convoy. Hay que recordar que Japón es famoso por su alto nivel de suicidios relacionados con la presión profesional a la que están sometidos, el honor y el orgullo heridos por algún fracaso y otros motivos que es llevan a estar en lo más alto de esta triste lista.


Se nos quedó un cuerpo que os podéis imaginar. Sin embargo, nuestros compañeros parecían estar acostumbrados a estas situaciones y nos sonreían, llamaron a nuestro hotel para advertir que llegaríamos tarde, nos enseñaron sus fotos de vacaciones, nos dieron su tarjeta de visita... vamos, la cortesía oriental llevada al extremo. Al menos así pasamos el trago mejor.

Idílicas fotos de boda

Las parejas japonesas tienen la suerte de contar con unos escenarios perfectos para hacerse las fotos que llenarán los álbumes con los que torturarán a las visitas cuando las reciban en su nuevo hogar. Nunca habíamos visto jardínes tan espectaculares como los que abundan en el país del Sol Naciente. Aquí nos tenemos que contentar con hacer las fotos de boda en el Palacio Real o junto al mar (que no está mal), pero en Japón pueden elegir cientos de parajes idílicos.

Mientras visitábamos uno de esos parques de postal descubrimos a una pareja de recién casados que estaban metidos en faena... de realizar las fotos, malpensados. Vestidos con sus respectivos kimonos, los dos enamorados (me imagino que lo estarían) posaban con paciencia para el fotógrafo. Encima de uno de esos puentecillos que tan bien quedan en las fotos, miraban a la cámara con esa sonrisa permanente que tienen en el rostro los asiáticos.

Las instantáneas al lado del estanque tampoco se quedaban atrás. El fotógrafo podía lucirse. Como para que le salieran mal las fotos. Sería para hacerse el 'haraquiri'.

sábado, 20 de febrero de 2010

Jugarreta lingüística

Metro de Tokyo. No dejamos de mirar a los paneles de información, que ya se sabe que fuera de casa no te puedes despistar si no te quieres llevar un susto. Y aparece la siguiente parada. Línea 17 Utsunomiya Line (Tohoku Line) entre las estaciones de Nogi y Oyama. Sobran los comentarios.

viernes, 19 de febrero de 2010

Una comunidad anclada en el pasado

Recorriendo las carreteras que cruzan el territorio amish en el condado de Lancaster pudimos tener una aproximación a la vida que lleva esta comunidad. Conviene alejarse de los pequeños núcleos de población orientados a los turistas, llenos de restaurantes y tiendas de recuerdos en los que apenas puedes cruzarte con alguno de los miembros de este grupo.

Una vez que abandonas el camino principal y te pierdes por carreteras secundarias comienza el espectáculo. Pensábamos que la comunidad sería muy reducida y habría que tener mucha suerte para ver a alguno. Nada de nada. En cada curva veíamos una granja en la que los niños corrían por el césped, los hombres trabajaban y las mujeres colgaban la ropa (el tema de la igualdad no se lleva aquí, ya hemos dicho que viven como hace varios siglos).


Además nos cruzábamos con carromatos en los que parejas de amish se desplazaban de una granja a otra o acudían a las poblaciones cercanas. Eso sí conseguir una buena fotografía era una misión imposible. Los amish, cuando intentas tirarles una foto, se giran rápidamente, miran al suelo, esquivan la mirada indiscreta, con lo que tomarles una instantánea se antoja complicado.

Los pocos que venden artículos de cara al público apenas hablan lo justo para realizar la transacción y como mucho te responden con una sonrisa. Hay que recordar que las mujeres no pueden quedarse solas en una habitación con un hombre y su relación no puede ser más distante. No dan confianzas.


Como comentábamos, la comunidad amish vive anclada en el pasado, ajena a los avances de la humanidad en los últimos siglos, a pesar de que diariamente convive con vecinos que sí emplean artilugios que ellos tienen prohibidos. Una curiosa convivencia, pero que llevan perfectamente por el carácter solidario y bondadoso de los habitantes de la comunidad amish.

Es difícil para nosotros entender esa forma de vida, pero lo cierto es que parecen vivir felices, muy felices, en su mundo.